La lujuria es el placer sexual buscado fuera del matrimonio.
Sociedad pornográfica
– Hoy vivimos en una sociedad pornográfica, que produce adictos sexuales, hombres y mujeres esclavos de sus pulsiones. Es lujuria.
-La pornografía destruye tu inteligencia, hace que no puedas mirar a otra persona sin pensar mal. Hasta a tu propia esposa, empiezas a esperar que va a reaccionar como las conejitas de estas revistas: esto destruye tu familia, porque tu esposa no es una conejita, ¡es mucho más!: es el regalo que Dios te dio para compartir toda la vida. La pornografía es diabólica.
– La pornografía conduce a la prostitución.
– La fornicación, el «petting» [1], que toca y acaricia y besa sin freno al partenario, es una forma de prostitución, aunque sea gratuito. Te reduce a la esclavitud: esclavo de tus pulsiones e instintos.
– Y cuando una manada de varones en el trabajo hostigan a una mujer con bromas de doble sentido… Además de ser crueldad, es lujuria.
– Y cuando una manada de mujeres en la oficina hostigan a un hombre con bromas de doble sentido… También es lujuria, y es crueldad.
Lujuria en el corazón
– La mayoría de la gente sabe confesar el pecado de la carne, la lujuria, la impureza. Pero pocos saben confesar la lujuria escondida en el corazón.
– Dicen: «Estuve con mi novia», o «Engañé a mi esposa», pero ¿cual es el pecado que está en el corazón? Es que piensan en esto todo el tiempo, día y noche: es lujuria.
– Dice Jesús: «El que mira a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón». (Mateo 5:28).
– Es pecado no solamente porque mira a alguien que no es su esposa, sino porque la mira “así”, o sea con codicia.
– También se puede cometer adulterio en el corazón con la propia esposa, mirándola solamente como objeto de consumismo sexual. Es lujuria.
– LAS MUJERES TAMBIÉN cometen adulterio en el corazón. Por ejemplo, cuando leen estas novelas románticas, y que empiezan a estremecerte y pasmarse con todas las emociones de la chica de la novela: eso es lujuria, y te distorsiona el corazón con amor falsificado.
– Eso hay que confesarlo, para que Jesús te dé un corazón puro.
«Sean santos» (1ª Pedro 1:16)
Jesús nos invita a buscar la santidad: «Sean santos». Buscar la santidad, no con una consagración como religiosa o sacerdote, sino buscando la voluntad del Señor, sean laicos, monjas o sacerdotes. Ofrecer la vida al Señor es ofrecerle la propia sexualidad y pedir la gracia de la castidad.
– Santidad no es despreciar el cuerpo, al contrario es valorarlo, porque es dominar los instintos y pulsiones, para no usar el cuerpo como un objeto de consumismo.
– La castidad no es para ser soltero toda la vida, sino para tener la gracia de la pureza, tener la mirada pura; y si Dios quiere, les dará una compañera para la vida.
¿Cuidas tu cuerpo demasiado?
Cuidar exageradamente el cuerpo, es lujuria.
– Una mamá me contaba que su hijo se miraba cada rato en el espejo para ver como crecían sus músculos, y le dijo: “Mirarse en el espejo todo el día, ¡es cosa de mujeres! Las chicas no te van a amar por tus músculos, te van a amar por tu corazón!”
– Lo mismo las chicas que quieren ser de 90-60-90: los chicos no te van a amar por tus senos, sino por tu corazón. Y si te buscan solamente por tus senos… ¿qué clase de chicos pueden ser? ¿Los mismos que buscan prostitutas en la calle? ¿Y cuanto tiempo va a durar?
– Hasta vi en un almacén que venden jabón de tocador “para ser más atractiva”. ¿Te das cuenta? ¡Su objetivo es ser atractiva! Y esto entra en tu cabeza… y forma una sociedad sensual y pornográfica.
¿Cómo vestirme?
– Llevar vestidos apretados para parecer “sexy” como Superwoman, también es lujuria, porque es exhibir tus curvas femeninas en la calle para atrapar miradas, comentarios, caricias y más…
– Vestirse con vestidos sensuales, escotes, ropa apretada, calzas, mini-faldas, es lujuria. Es querer ser atractiva, seducir, o sea hacer caer el hombre por mi apariencia exterior.
– Me dirán: es la moda, todo el mundo lo hace. ¿Quien te obliga a seguir la moda? Jesús nos ha liberado de la esclavitud de la moda. El cristiano que pierde su sabor no sirve.
– Me dirán: no hay otra cosa en los negocios, todas las remeras tienen escotes, parece como que les faltó tela. Mira: si el negocio de mujeres no tiene remera sin escote, busca en un negocio de varones. Y si no encuentras jeans que no estén apretados, busca en un negocio de ropa de trabajo, que son amplios, fuertes y prácticos…
¿Satisfacer impulsos?
El pecado de la carne lleva a otras miserias. Porque te acostumbra a satisfacer tus impulsos.
Hay muchos impulsos. Y el mundo los atiza, y te vuelve esclavo. Dios te quiere libre, capaz de dominar tus impulsos.
– ¿De donde viene esta moda? Tal vez falta de educación. No aprendimos a dominar los impulsos. Queremos todo, en seguida, no sabemos esperar. No tenemos voluntad. No tenemos paciencia. Es falta de educación. La educación es para aprender a dominar los impulsos. [3]
«Cuando era joven, yo cambiaba de hombre cada noche, y al final me cansé, me harté. Me sentía vacía, sucia, usada. Hoy quiero ser santa, y sé que Jesús puede hacerlo en mí.» (Magdalena).
Resistir la adicción
La adicción sexual es una adicción, igual que la droga o alcohol (para desintoxicarse y sanarse, visita el Cenacolo). Es vital aprender a resistir.
– Si aprendes a apagar el televisor cuando te muestran las partes privadas de otros para seducirte, esta práctica te fortalecerá. Me dirán: ¡no hay otra cosa, siempre te muestran esto! Esto te hace comprender lo que vale la televisión, y lo que aprenden los niños cuando los dejas solos: luego creen que estas cosas son normales y las chicas van a dejar que cualquier las manosee en la calle, en la escuela, en su propia casa: ¿es esto que quieres por ellas?
¿Cómo levantarme de este pecado?
Los santos dicen: «No importa tanto cuantas veces caes, sino cuantas veces te levantas». El sacramento de reconciliación, todos los días si es necesario, es el mejor remedio al pecado de impureza. Cada vez que uno se cae, se levanta, y el Señor le da cada vez más pureza y voluntad. Y confianza.
También la Consagración a María. María es Madre, ¡es Refugio de los pecadores! Te ama y te quiere ayudar. Llámala. «O María sin pecado concebida, dame un cuerpo casto y un alma pura» .
María quiere darte la pureza de alma y cuerpo. No quiere decir que no tendrás golpes por el Enemigo. Te golpeará cada vez que pueda. Así como la mujer tiene dolores de parto, también tú, en el corazón, tendrás dolores. Pero María no te dejará solo, estará a tu lado para ayudarte y protegerte. De ella sacarás fortaleza, y te llevará por el camino de la verdad y de la libertad verdadera.