La soberbia

La vanidad es muy común: querer mostrarse.

Cuesta morir al amor propio.

El orgullo es lo que se acaba último.


No soy orgulloso

 Dicen “No soy orgulloso”… Pero muchos, cuando reciben alguna pequeña responsabilidad, se la creen, y quieren mandar a todo el mundo. Es soberbia.
 Incluso cuando han tenido una responsabilidad en el pasado, viven saboreando sus laureles…, y vuelan encima de los demás. Es soberbia.
 En las familias grandes, el Enemigo fomenta divisiones, por orgullo, por ambición, por vanidad.
 Hay maridos que quieren controlar a sus esposas, esposas que quieren controlar a sus hijos… Quieren poseer a los demás. Es soberbia, no es amor. La vida de los demás pertenece a Dios.
 Quieren tener el poder no solamente del dinero, sino tener el poder como los gobernantes del mundo. No quieren el bien de su pueblo sino que todos les rindan homenaje.
 Muchos en la Iglesia van a criticar o a hacer mil cosas sin respetar el sentido comunitario. Es egocentrismo. Egoísmo.
 Hay misioneros parroquiales, que cuando van a algún barrio pobre, se ocupan más en hacer la moral a la gente y poner orden en su casa, que en anunciarles el amor de Dios. Es soberbia, y es falta de respeto a los pobres.
 Otros dicen: «Yo recé por tal y se convirtió», y se hacen Dios y se vuelven orgullosas. Es Dios el que convierte los corazones.
 El Señor desea el corazón purificado antes que el cuerpo: purificado de los sentimientos del mundo, las pasiones y seducciones del Enemigo, la carne.

«Sean santos, como yo soy santo». (1ª Pedro 1:16)

Vanidad y vanagloria

También es pecado capital la vanidad de este mundo. El Enemigo es vanidoso, orgulloso, y quiere perder la humanidad a través de ella.

-Yo logré esto… Yo tengo aquello… Yo hago tal cosa… Yo puedo… Yo, yo, yo. Es vanidad.
 Yo no tengo pecado, porque rezo, hago mil obras por la Iglesia. Es vanidad.
 Yo doy consejos a la gente.
 Quieren mostrarse. Muchas veces llaman a los amigos hablando de tonterías, de mujeres, de deportes. Es mejor hablar de Dios.
 Dominar la lengua. ¿Cuántas frases decís? ¿Dominas tu impulso de hablar? Son conversaciones mundanas o son para evangelizar? Santiago dice que el que sabe detener su lengua es un hombre perfecto: ¿y vos? ¿Reprimes la lengua, el impulso de hablar, las palabras vanas? Es una manera eficaz de aprender a dominar los impulsos.
 En los varones, hay mucha vanidad. Piensan que es la mujer que tienen vanidad. Es el hombre que tiene vanidad, por su coche, su poder, su dinero, la moto, para competir con otros hombres. Muchas veces no lo saben confesar: “Tengo mi coche porque trabajé y lo compré”. Es verdad, pero es para mostrar su poder, o mostrar quien tiene la mujer más bonita. El hombre es más vanidoso que la mujer, no se da cuenta.
 Para las mujeres, la ropa, el cuerpo, el exceso de decoraciones, etc.
 También mi celular, mi computadora, mi casa…
 Es parte de orgullo y es vanidad.
 Es necesario ayunar por tanta vanidad que hay en el mundo. Cuando te hayas desprendido de todas las cosas, especialmente materiales, podrás decir que has progresado algo.

El amor propio

Lo que más cuesta es morir al amor propio.
 Hoy muchos maestros y psicólogos incentivan el amor propio: «Tú debes ser independiente, no depender de nadie, lograr tus deseos, no recibir ayuda de nadie».
 Esto hace que muchos no quieren llevar la Cruz ni morir en la Cruz. Quieren al Cristo glorioso, al Cristo de vanidades… A esta Iglesia que busca vanidad, el Enemigo les concede esta Iglesia que ellos predican, con Cristo glorioso pero no muerto. Pero Jesús en el cielo desea que el hombre mire a este Cristo en la Cruz, que entregó su vida por amor y pagó por nuestros pecados. Jesús no desea la muerte física del hombre sino la muerte interior, muerte al orgullo, al amor propio, la vanidad.
 Entonces le dan el honor al Enemigo, al buscar a este Cristo glorioso que es vanidad, ambición, amor propio, orgullo. Así anuncian a este Cristo de la muerte. En cambio si mueren en Cristo, dan Cristo a la Iglesia, dan vida a la Iglesia.
 «No tengo pecado», dicen. ¿Quien sabe reconocer sus pecados?

Dones y carismas

Mucho más tentados son los que recibieron dones especiales y carismas.
 Muchas veces el Enemigo hace que personas que recibieron gracias, se vuelvan orgullosas: “Yo tengo esto”, se olvidan que es un don de Dios, y creen que es de ellos. Y con esto pretenden mandar la vida privada de los demás.
 ¿Los de tu grupo de oración te endiosan? Es muy fácil dejarte llevar por la gloria, la ambición, el poder, dejarte endiosar por los demás: “Yo hago, yo puedo, yo tengo”, y apropiarse los dones de Dios, que no son nunca propiedad privada, sino que pertenecen a la Iglesia.
 Los dones y carismas no son propiedad personal, son para edificar la Iglesia. Deben ser sometidos al sacerdocio, para que haga un discernimiento. «Examínenlo todo, y retengan lo bueno» (1ª Tesalonicenses 5:21).

Para no terminar curandero

 Muchos de los que recibieron dones de Dios y no los pusieron al servicio de la Iglesia en obediencia terminan utilizándolos en beneficio personal, se establecen a su propia cuenta y se hacen videntes y curanderos. Entonces ¿quién los toma? El padre de la mentira y de la ambición. Muy pronto el diablo los asiste y les da más dones y más poder, pero es él quien manda y los conduce a la perdición.
 Por eso la obediencia al director espiritual es importante. Si se unen a la Iglesia, este don es para todos. Pero cuando se alejan, el Enemigo aprovecha estas almas con el orgullo, la vanidad, la ambición, y se ponen independientes. El director espiritual puede ayudar a tener consciente de que este don es de Dios, no es de la persona. Un carisma, si es bueno, es para ayudar y compartir en la Iglesia, pero a través del sacerdocio.
 Que tomen los sacramentos con frecuencia, comunión, confesión, para crecer en la vida espiritual y la unión con Dios.

Purifícame del gran pecado» (Salmo 18:14)

El Papa se confiesa


 En muchos el orgullo es lo que acaba último. Es preciso morir al amor propio, por obedecer a la autoridad. Porque si muere el amor propio, la persona podrá llevar fruto. El Señor quiere purificarnos de estas debilidades, y cuando termine con esto, será perfecto.
 Es importante para los jóvenes, que siempre tengan una autoridad encima de todo: así tendrán la autoridad del Padre del cielo.
 Por eso es muy saludable la obediencia. Obediencia al director espiritual. Hasta el papa tiene su director espiritual, su confesor privado.

«Purifícame del gran pecado» (Salmo 18:14).