La ira

 Ira son los enojos, venganza y odios.
 Los resentimientos y rencores.
 Las faltas de perdón a otros y a si mismo.
 Aprender a reconocer y nombrar el pecado.
 Perdonar y pedir perdón: el perdón sana.


 Dicen: “Yo estoy en paz con todos”. Pero hay enojos y deseos malos. Es ira.
 Dicen: «Yo no me enojo», pero matan en su corazón. Es ira.

Resentimiento y perdón

 Los chicos, muchas veces están resentidos con sus padres, con sus hermanos, odian o les repugnan estudiar o hacer determinadas tareas. Es ira. Deben confesarlo.
 Muchas veces, los hijos tienen rencor por la separación de sus padres. Jesús quiere que aprendan a perdonar y rezar por sus padres.
 Para los esposos y esposas también, perdonar a los esposos. Pero muchas veces están heridos por falta de amor de sus propios padres. Vienen con las heridas propias de sus antepasados. Después reflejan en la adultez, como padres, como esposos, esas heridas que tienen.
 Por eso, son importantes las dos cosas: amor y perdón, a los esposos, a los padres, el perdón que viene de uno mismo hacia el otro. Si uno empieza a perdonar, va a ser fuerte, para que el otro pueda perdonar. El perdón es una de las claves que debemos pedir, tanto laicos como sacerdotes y consagrados. Buscar el perdón y el amor.

Critica + enojo

La critica es una forma de ira que se perpetua por no haber aceptado y perdonado los defectos y errores de los demás. Es ira, debe confesarse.
 Nadie puede decir: «No tengo ira», todos se enojan.

Pedir el don del perdón. Perdonar a otra persona

Muchas personas necesitan el don del perdón, pedir el don del perdón. Incluso las personas que no pueden recibir el sacramento de reconciliación, sí pueden pedir y recibir el don del perdón. Es un don de Dios: hay que pedir el don del perdón.

«Jesús, dame el don del perdón.»

 Es importante aprender a perdonar, a buscar el perdón. No que los demás te perdonen a vos, sino que vos perdones. Perdonar a otra persona.
 Cada alma puede canalizar en el camino del amor, la esperanza, el don del perdón. Y aquellos que están lastimados por su pasado, que pidan el don del perdón: perdonar a sus padres, a sus ancestros, a todos aquellos que les han hecho mal. Pedir la gracia para perdonar y perdonarse a si mismos.
 Eso es una de las formas en que pueden aprender a vivir el camino que Jesús ha marcado para cada alma. Que María pueda acompañar, no solamente el camino de la cruz sino el camino de la vida y de la resurrección.

Pedir perdón

 Por eso es importante hacer une buena confesión, reconocer sus debilidades, sus pecados, reconocerse pecadores, reconocerse criaturas. Es Dios que está allí a través del sacerdote. Él perdonará.
 Es el mismo Padre del cielo que puede dar esta gracia a través de su Hijo, a través de las manos consagradas, que dan el calor del Espíritu. Nadie puede ir a otro si no está fuerte en el amor a la vida. Pero cuando ya hay une falta o una falencia, cuando ya hay otra persona que hiere, ya están lastimados.

Perdón a los antepasados

 Muchos necesitan perdonar a los antepasados, porque han sido heridos por la concupiscencia, y por falta de amor entre padres e hijos, entre madres e hijos. Es importante pedir las dos cosas, en este tiempo de gracia: amor y perdón. Amor a Dios, amor a la vida, y el perdón a los hermanos.
 Muchos no pueden dar amor porque no lo sienten, y a su vez no pueden perdonar. Por eso es importante encontrar esta gracia del perdón a los antepasados. Y esto vale para muchas personas.

«Jesús, dame el don del perdón.»

 Se puede pedir ayuda con psicólogos, pero el sacerdote lo puede hacer por su parte. Buscar en la psicología del hombre la herida que viene de los ancestros, y se va a sanar la persona, no solamente a ella sino a los esposos y esposas, a los padres y madres.

Perdonarse a si mismo. El perdón sana

 Hay personas que no se perdonan a si mismos los errores y pecados del pasado, y viven llevando la mochila de su pasado y su falta de perdón.
 Para estar bien, deben perdonarse a si mismas. Hay puntos de su vida que han tenido, y que con el correr del tiempo se preguntan: ¿Porqué no hice esto? ¿Porqué me quedé con esta persona? Por eso hay que perdonar y pedir perdón, que es muy sanador.
 También perdonarse los errores de juventud. El hombre que no confía en Dios sino en sus propias fuerzas, no sabe como sanar ese pasado y dar vuelta. Todo hombre es pecador, pero debe aprender a perdonarse los errores del pasado y seguir adelante, y no quedarse en “me equivoqué”.
 Muy pocas personas saben pedir perdón: pedir perdón sana el corazón.

«Jesús, dame el don del perdón.»

Contemplar a Jesús en la cruz

 Contemplar el amor de Jesús que da su vida en la Cruz, y pedir perdón y amor, los dos, para poder sanar las heridas que vienen de los padres y abuelos. Dios hecho hombre nace cada año y da su vida cada año, y cada día en la Eucaristía, pero si el hombre no tiene el don de perdón a sus hermanos, y sanar esas heridas, Dios tampoco puede dar al hombre este sentimiento.

Aprender a nombrar el pecado

 Dicen: “Yo me enojo, pero el otro tiene la culpa”: Deben aprender a confesar la propia debilidad, y no los pecados de los otros sin saber de sus propias miserias.
 Hay que pedir la gracia de reconocer el pecado y poner las cosas en su lugar. Aprender a nombrar el pecado, no contarlo con los detalles, porque así están reviviendo el pecado y caen otra vez en pecado. Esto hará bien al pecador y también al confesor. ¿Por qué? Porque cuando van a contar toda la historia, no solamente están reviviendo el pecado en su mente y también en su cuerpo, sino que el sacerdote que está en el confesionario, también es hombre y va a entrar en el pecado por la imaginación, la película del pecado, porque está comprendiendo el pecado que está en el otro.
 Dicen: “Yo estoy enojado con tal persona”, y el sacerdote también entra en esta historia, en los enojos, iras, envidias. Por eso es nombrar el pecado y ya está.

Odio, venganza, rituales

 Hay gente que tiene resentimiento, deseo de venganza por lo que les hicieron. El perdón hará que su corazón, su espíritu, su alma, estará en una nueva vida de amor y esperanza. Eso hará que podrá perdonar a los que la involucraron incluso en misas negras, en rituales, y podrá vivir en paz. Donde hay amor, allí hay paz.
 Hay muchas personas que están dañando a otras personas a través de la Iglesia, no solamente a hombres y mujeres sino al sacerdocio. Muchos hacen rituales, incluso personas con buen nivel económico, pagan a otros para hacer rituales, no por dinero, sino por odio, y sobre todo poder. Y se dañan a si mismas y dañan a otros.
 Rosario, confesión, misa y comunión.
 Es preciso pedir al sacerdote que anule el poder que Satanás da a estas personas.
 También se debe renunciar, porque el demonio nunca se olvida de que le pediste ayuda. Cada mañana, “Renuncio a Satanás y a los rituales de magia, y me uno a Jesucristo y a María Inmaculada, para siempre”.

«Jesús, dame el don del perdón»