¡Quiero extasis!


¡Quiero ser feliz!

Yo quiero ser feliz. Y vos, ¿quieres ser feliz? Cada ser humano quiere ser feliz. Creo que si un día encontrara a alguien que me diga: “Me gustaría ser muy infeliz. ¡OH!, cuanto quisiera ser infeliz!”, pensaría que necesita la ayuda de algún profesional de salud mental…

¿Porqué?

¿De donde viene este anhelo en nuestro corazón? ¡Viene de Dios! Dios nos creó para hacernos felices, y este anhelo profundo en nosotros es el sello que Dios puso en nuestro corazón para atraernos y satisfacer ese anhelo. Al crear el ser humano a imagen suya, Dios puso en nuestro corazón esta chispa divina que no se satisface con nada excepto lo divino, lo infinito.

Por eso no podemos estar satisfechos si nos portamos como animales. Dios es un ser totalmente feliz, no le hacía falta la creación. La hizo solamente para compartir su felicidad con otros seres semejantes a él, capaces de recibir su amor, reconocerlo y responder a este amor.

Un ser de amor

Esto es lo que somos: seres de amor. Y lo vemos cuando tenemos en brazos a un recién-nacido: no puede vivir sin amor. Antes mismo de ser capaz de decir o hacer algo, el niño es capaz de percibir si es amado. Si su mamá lo abandona, ¡se muere rápidamente! Mientras que un animalito, apenas nacido, sabe arreglárselas con su instinto que lo guía. Jesús vino a revelarnos que Dios es un eterno intercambio de amor, y nos destina a participar en este intercambio de amor.

Dios quiere entrar en comunión tan intima con nosotros, que la Biblia la compara a la unión íntima de los esposos.

¡Quiero éxtasis!

Esto es nuestro destino: ¡Somos creados para el éxtasis! Dios es un éxtasis eterno de amor, ¡y por eso estamos aquí! Es lo que todos los cantantes cantan sin saberlo: “Te espero”, “No encuentro satisfacción”, “Sin ti”, etc. San Agustín, que también buscó a Dios en lugares equivocados, dice al final : “Nos hiciste para ti, Señor, y nuestro corazón permanece inquieto, hasta que descanse en ti”. ¡Descansar en Dios! Juan-Pablo II en su libro dice: «La religión cristiana se distingue de las otras religiones en que es la en que el hombre habita el corazón de Dios.»

Satisfacción

Pero, ¿adonde vamos para satisfacer ese anhelo? ¿Qué es lo que nos va a hacer felices? El mundo nos lo dice cada día en la televisión, en Internet y en la publicidad: el sexo, el alcohol, la droga te van a hacer feliz; el consumismo y las compras te van a hacer feliz; el dinero y el poder te van a hacer feliz…, como esa publicidad de un supermercado que anunciaba “la felicidad en tu plato”. ¡Imagínate! ¡La felicidad en tu plato! Esto, ¿satisface? ¿Quién nos satisfará?

Mick Jagger cantaba: “No encuentro satisfacción”: ¿Le faltaban mujeres a ese hombre? ¿Cómo es que, después de tantas experiencias, estaba todavía insatisfecho y siempre se buscaba otra? Es que estaba buscando en el lugar equivocado.

Adicción o adoración

Fuimos creados para el infinito, por eso no encontramos satisfacción en ninguna cosa creada. ¿Qué pasa con las cosas finitas, cuando nos apegamos a ellas y no encontramos satisfacción? Queremos más, y queremos más y más… Y no hay satisfacción, porque buscamos en el lugar equivocado. Por eso, la droga conduce a la adicción. El amor se distorsiona en lujuria y se vuelve adicción. Hay adictos al sexo, al alcohol, al juego, a internet, a muchas cosas. La solución es buscar en el lugar correcto. Sólo Dios puede satisfacer mi aspiración a lo infinito.

Mis ídolos

Cuando ponemos nuestra felicidad en cosas finitas, limitadas, y hacemos de ellas un absoluto, distorsionamos los dones de Dios y los transformamos en ídolos. Puede ser un cantante o una actriz, puede ser el celular o Facebook, puede ser el conyugue o los hijos, puede ser el dinero y el poder…

O Dios, me contienes y me habitas

Estamos hechos para mucho más que cosas finitas. Estamos hechos para el infinito, y sólo Dios puede darnos amor infinito: ¡¡¡nos hizo para ello!!!. San Agustín dice: «Yo te buscaba en las creaturas, que eran tan bellas, pero te descubrí tarde, que eres la belleza eterna.»

Para eso vino Jesús

Y Jesús promete: «Si comes mi cuerpo, nunca más tendrás hambre»…«Si te doy mi Espíritu Santo, nunca más tendrás sed»… «Si bebes mi sangre, brotará de tu corazón agua viva, vida eterna.» Si el Espíritu de Dios vive en ti, transformará tu mentalidad y te hará hombre nuevo, mujer nueva. Si Jesús vive en tu corazón, nunca más estarás solo…

¿Qué esperas de mí?

Es fácil encontrar a Jesús, porque está todo el día esperándonos. Carlos de Foucauld vivió una vida vana y mundana, hasta que hiciera la siguiente suplica: «Dios, si existes, haz que te conozca». O podemos llamarlo: «¡Jesús!». El Catecismo nos dice que el nombre de Jesús contiene su presencia, o sea que cuando digo «¡Jesús!», él está, me escucha y me ama (Catecismo, nº 2666). Y le puedo preguntar: «¿Qué quieres de mí, Jesús?» y dejarme guiar. Le puedo tener confianza, porque me ama.