Queridos Hermanos:
La consagración es la base de la vida cristiana de todos los bautizados, por este sacramento “Porta fidei”, todos los cristianos le pertenecemos a Dios, somos su propiedad exclusiva. Por el bautismo, Jesús comparte su vida con cada cristiano; cada uno es santificado en el Hijo; cada uno es llamado a la santidad; cada uno es enviado a compartir la misión de Cristo, con capacidad de crecer en el amor y en el servicio del Señor. Este don bautismal es la consagración fundamental cristiana y viene a ser raíz de todas las demás.
– .Pero también sabemos que a algunos, para el bien de todos, por un designio del amor de Dios, los elige para una entrega más radical y total al servicio de Su Reino. . . Dios da el don de seguir más de cerca a Cristo en su pobreza, su castidad y su obediencia por medio de la profesión pública de estos consejos con la mediación de la Iglesia. Esta profesión, a imitación de Cristo, pone de manifiesto una consagración particular que está « enraizada en la consagración del bautismo y la expresa con mayor plenitud » (PC 5).
Este misterio de elección y correspondencia es lo que estamos celebrando esta tarde en lo que vamos a vivir dentro de unos momentos cuando el Hermano Eduardo le de un “si” definitivo a Dios, teniendo como testigo a la Iglesia
Bien sabemos, pero debemos recordarlo siempre, que la iniciativa es de Dios. La consagración es una acción divina. Dios llama a una persona y la separa para dedicársela a Sí mismo de modo particular. Y al mismo tiempo es Él, el que da la gracia de responder al que llama, con un “sí”, profundo y plenamente libre. Así se realiza una alianza de mutuo amor y fidelidad, de comunión y misión para gloria de Dios y la salvación de los hombres.
La liturgia de la Palabra que acabamos de escuchar nos ayuda a entender mejor lo que va a pasar dentro de instantes y ayuda a nuestro Hermano para predisponerse espiritualmente.
El Salmista describe con una gran espontaneidad y sencillez, su actitud humilde y confiada en Dios, fundada en toda renuncia a aspiraciones desmedidas. “No he pretendido grandes cosas ni he tenido aspiraciones desmedidas…como un niño tranquilo en brazos de su madre, así está mi alma dentro de mí “.
El don de la Consagración es un privilegio de Dios, pero hay que acogerlo con corazón humilde, porque no cuentan los méritos sino la pura predilección del Señor, que mira lo pequeño para confundir a los sabios de este mundo.
En la Primera Lectura, la Palabra de Dios es clara, “Si decides servir al Señor…” no esperes caminos de éxitos humanos, fama o bienestar, no esperes que el mundo te aplauda o te entienda, así no lo trataron a Tu Señor: “si te decides a servir al Señor prepara tu alma para la prueba… “ “El que quiera ser mi discípulo que tome la cruz de cada día” Únete al Señor y no te separes…acepta todo lo que te suceda porque el oro se purifica en el fuego y a los que agradan a Dios en el crisol de la humillación…Confía en Él y Él vendrá en tu ayuda… para que al final de los días seas enaltecido” (Ecles 2,1-6). “Ven siervo bueno y fiel, porque has sido fiel en las cosas pequeñas, yo te confiaré las grandes: entra en el gozo de tu Señor”
En el Evangelio, escuchamos ese texto maravilloso que siempre nos conmueve, en él encontramos en María el modelo de Consagración, de entrega a Dios.
El saludo del ángel: “Alégrate María” porque eres bendita, estás llena de la gracia y el amor de Dios. Santo Tomás de Aquino define a la alegría como la consecuencia del amor, es como si la alegría fuese el brillo que existe cuando hay amor, por lo tanto cuanto más grande y sublime es el amor, más grande y auténtica es la alegría.
Y concluye el texto con la respuesta de la Virgen: “yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mi lo que has dicho2 (Lc 1, 38).
Querido Hermano Eduardo de María:
En esta tarde, escucha en tu corazón la palabra del ángel. “Alégrate” porque Dios te ama de manera especial, por eso te ha elegido, sin mérito de tu parte. Como concluye Santo Tomás: la alegría es el encuentro con el amor de Dios, tu alegría más grande es reconocer que Dios te ama, en esto radica tu riqueza cuando te hagas pobre, renunciando a los bienes materiales para hacerte rico en el Señor que se hizo pobre para enriquecernos. No hay mayor felicidad que saberse amado y no hay nada que exprese mejor el saberse amado que el agradecimiento. Por eso María canta: “Mi alma canta la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador”. De ahí que en nuestra vida cristiana, en nuestra vida consagrada, el agradecimiento ha de ser el telón de fondo de todo aquello que hagamos, de todo nuestro día lleno del amor de Dios. Como decía un pensador alemán: lo mejor del hombre es ser agradecido, porque reconoce la gratuidad de Dios en nuestras vidas. Que tu alegría se manifieste y contagie a un mundo que está triste porque, encerrado en sí mismo, no descubre que Nuestro Buen Padre nos ama con locura. En esta tarde, también, escucha en tu corazón las palabras de María: “Yo soy la servidora del Señor”. En poder repetir estas sublimes palabras, no sólo con la boca, sino sobre todo con tu corazón y con tu vida vivirás a fondo tu consagración religiosa en los Servidores de Jesús y de María. Serás todo de Dios, por eso harás tu voto de obediencia para ser plenamente libre y como María poder decir a cada instante: “que se haga en mi según tú palabra” Vivir el sí de María cada día, es ir incendiando la vida de heroísmo, amor y ofrenda. Y también harás tu voto de castidad que, asumido por el Reino de los cielos, es signo del mundo futuro y fuente de una fecundidad más abundante en tu corazón no dividido. Esta entrega tuya libera de una manera especial tu corazón para que arda de amor de Dios y de todos los hombres. Una de las mayores contribuciones que el religioso puede aportar a los hombres de hoy, es ciertamente la de manifestarles más por su vida que por sus palabras, la posibilidad de una verdadera dedicación y apertura a los otros, compartiendo sus alegrías, y siendo fiel v constante en el amor, sin actitudes de dominio ni de exclusivismo Estos votos sólo se entienden a la luz de Cristo y de la novedad de vida que Cristo nos vino a traer. Jesucristo es el religioso por excelencia: Él está totalmente dedicado – consagrado – a las cosas del Padre y su único deseo es que Dios sea conocido, amado y alabado por los hombres, sin otra posesión, sin otro deseo que no sea el Reino de Dios. Ahora bien, la castidad no es sólo un voto, es decir, una promesa solemne.
Querido hermano: En esta tarde te invito fraternalmente a que pongas tu mirada en la regla y recuerda las enseñanzas de tu padre Fundador: «VEN y sígueme»: Jesús nos llama a Él para dar el Culto perfecto al Padre, para vivir solamente por el Señor, caminando en su presencia, actuando por amor a Él. Esta vida de oración tiene sus tiempos fuertes a ejemplo de Cristo. «Ven y sígueme»: Jesús nos llama a Él para llevar a la unidad a los hijos dispersos de Dios. Tenemos la misión de acercar a los hombres los unos a los otros. Es por eso que decidimos vivir primero nosotros mismos en comunidad, comprometiéndose cada uno de alguna manera por un acto de amor a amar al otro con todas sus fuerzas, hasta el fin, hasta dar su vida por él. El carisma de un Instituto es el don y la misión confiada por Dios al fundador y a sus miembros para el crecimiento de la Iglesia. No te apartes del carisma y tu vida será maravillosamente fecunda.
Imita a San Francisco de Sales y su constante preocupación de hacer nacer y crecer el amor de Dios en el corazón de los fieles, cualquiera sea su situación social o eclesial. Imita a San Bernardo con ese amor tierno y vigoroso a María y viviendo bajo el patrocinio del Corazón Inmaculado de María, Refugio de los pecadores, pon tu confianza en María, y que Ella sea tu refugio como un hijo pequeño que no puede hacer nada por sí mismo. Vive en su intimidad, entra en Su escuela.
Querido Hermano Eduardo de María: La Iglesia toda, convocada por nuestro querido Santo Padre, nos invita a la Nueva Evangelización. Cómo podrás colaborar vos con tu vida consagrada. Desde ya enriqueciendo su vida con tu santidad y también con tu amor. Benedicto XVI nos dice en su Encíclica Deus Caritas est, que el amor pide éxtasis, es decir salir de sí, un amor que no queda encerrado en los muros del convento, sino que llega a todas partes, a todo el mundo. Por eso le pido a Dios que de todos los Monasterios y casas Religiosas se inicie y se continúe la Nueva Evangelización: por la vida entregada, por la oración , la santidad de cada uno y sobre todo por la intensidad del amor Que Dios te bendiga, bendiga a tu comunidad religiosa y a tu familia y que todo esto sea para la gloria de la Trinidad Santísima, para la salvación de los hombres y para tu santificación y tu vida futura en el cielo. Que así sea