Queridos hermanos
Al fin de la segunda guerra mundial, una isla del pacífico, aislada, la comunicación cortada con el resto del mundo. Los combates han terminado, los aliados han vencido. Pero en esta isla, un grupito de soldados aliados, no saben: nadie se lo dijo, esperan cualquier ataque en cada momento, viven todavía en el miedo, en la angustia… no se han enterado de la victoria, que ha acabado, al menos por un tiempo, con la guerra, con la muerte, con la angustia… Ellos viven en su mundo, sin dejarse contagiar por la alegría de aquellos que saben que una pesadilla ha terminado…
Tantas veces somos como ellos: una victoria extraordinaria ha sido lograda… una victoria contra el enemigo, contra la tristeza, contra la angustia, de ultima la muerte; la victoria de Cristo en su resurrección, y nosotros nos quedamos encerrados en nuestro mundo, en nuestras tristezas, en nuestra chinche…
Nosotros nos dejamos retener por la tristeza, las guerras, la violencia. Las pantallas, los noticieros nos echan eso en la cara a diario… ¿cómo creer realmente que algo ha cambiado?
Acercarse al acontecimiento: la tristeza se percibe con la sensibilidad. Todo el mundo podía ver a Cristo sufriendo en la cruz, todos se podían dejar afectar por él, nadie podía negar este acontecimiento dramático. La mujeres de Jerusalén estaban llorando, gritando… la pasión de Cristo no es un acontecimiento que tenían que anunciar, se anunciaba solo… la muerte en el mundo hace su propia propaganda…
La resurrección de Cristo es distinta: es un hecho, un hecho que tiene lugar en nuestra realidad, en nuestro mundo. No es una idea… tantas personas quisieron quitarle el realismo, hacer de la resurrección un mito, una historia consoladora, un cuento de hadas para ayudarnos a lograr un poco mas de paz… pero no es así: la resurrección es tan real, como cualquier acontecimiento histórico.
Pero necesitamos un sentido especial para descubrirla. Nadie vio a Cristo resucitando, solo la noche fue testigo, nos dice el pregón pascual. Es de noche que María Magdalena va al sepulcro… y no se da cuenta de lo ocurrido, interpreta con su sensibilidad, según las apariencias, según lo humano: “han robado al Señor” … Le falta algo todavía, le falta la fe, la fe de Juan: “vio y creyó” . Este sentido de la fe, es lo que nos permite actualizar esta victoria de Cristo en nuestra vida. Sin la fe, la resurrección de Cristo es como la victoria de los aliados, que no cambia la vida de estos pobres soldados del pacifico, que siguen con su guerra, sus angustias, con su tristeza. Tenemos que despertar este sentido de la fe en nosotros. Por eso proclamó el santo Padre el año de la fe, que empezara al final de este año.
Este año de la fe, permitirá de hacer más presente, más eficaz, la resurrección de Cristo en nuestro mundo. La fe tiene que ser fuerte, y no nos podemos conformar con un barniz. La fe se alimenta con la lectura de la palabra de Dios,… leer la palabra de cada día, un cristiano ha de alimentarse cada día con unos versículos de la Palabra, no puede vivir sin este alimento… leer el catecismo… nuestros conocimientos de fe son a veces muy escasos… tantas personas por ejemplo que confunden la inmaculada concepción de
María con su virginidad perpetua. La fe, tenemos que conocerla, como un ingeniero conoce las máquinas con las cuales trabaja nos dice el santo Padre. Tal pieza que cumple tal función, etc…
Pero hay otro medio tan importante: esta resurrección de Cristo, se vuelve por naturaleza, una noticia. No solamente un acontecimiento. ¿Qué quiere decir eso? Que tenemos que anunciarla. Una noticia es algo que ha de comunicarse… Como en la primera lectura.
La resurrección no se puede separar del testimonio de los apóstoles. “Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos” . Jesús resucitado, primero se deja ver, pero después, Jesús resucitado se deja anunciar, necesita que lo anunciemos. Si no transmitimos esta buena noticia, se va a apagar, como una antorcha que no tiene más combustible. Si la transmitimos, va a cobrar más fuerza, más irradiación como la antorcha que se aviva por el mismo viento que incentiva la combustión. Alguna vez en mi vida, ¿me tocó anunciar la resurrección de Cristo, o nunca me atreví a hacerlo, nunca busqué la oportunidad de anunciarla? Anunciar la resurrección al otro, es primeramente anunciarla a mí mismo. Evangelizar, es siempre auto evangelizarse.
En fin, la manera por la cual podemos hacer presente la resurrección de Cristo es muy sencilla: la alegría. Demasiadas veces caemos en la tristeza porque nos fijamos más bien en las dificultades de nuestras vidas, en los fracasos, como si fueran más nuestros que la resurrección de nuestro querido maestro. ¡Es mía esta resurrección, sucedió en mi vida, por el bautismo que recibí, y me toca vivirla como algo personal! Es más mía, si se puede decir, que mi enfermedad, que mis fracasos, que mis duelos…
La beata Chiara Badano, esta jovencita que murió a los 18 años, devorada por un cáncer, a pesar del dolor, de la muerte física que se aproximaba, que se sentía en su habitación, irradiaba alrededor suyo, la presencia del mismo resucitado… Hemos de vivir así… buscar las cosas de arriba… Don Bosco no daba otro consejo a sus jóvenes, no había otra regla para ellos que vivir en la alegría. La alegría es el signo más fuerte de la presencia de Cristo resucitado en nuestro mundo, de su victoria, y de ultima, de su providencia amorosa para cada uno de nosotros.
Queridos hermanos, la Madre nos ayudará a vivir así: vivir de fe, acordarnos de las profecías, de la Palabra, transmitir la buena noticia… vivir la alegría en medio de las dificultades… pidamos esta gracia.
Amen.