Nuestra vida conventual
Los Servidores de Jesús y de María practicarán el mandamiento del amor fraterno con gran atención, no criticándose jamás mutuamente, ayudándose con caridad, y actuando en cada encuentro como personas que se aman, se estiman en Dios y por el amor de Dios”.
Padre Lamy. Nuestra vida fraterna en comunidad es el primer testimonio que queremos llevar al mundo. El Señor Jesús nos hace participar así, en su misión de congregar en la unidad a los hijos de Dios dispersos (cf. Jn 11, 52). Esta comunión en la caridad es un don que hemos de pedir con constancia y humildad, una gracia que hay que recibir con sencillez y acción de gracias, una lucha que tenemos que llevar con perseverancia y confianza. Para testimoniar de Cristo, elegimos vivir en comunidad fraternal al ejemplo de la primera comunidad apostólica que “ tenía un solo corazón y una sola alma” (Ac 4, 32). Más aún, es el Salvador quien nos llama a formar en él un solo Cuerpo. Nuestra familia religiosa realiza a su medida el misterio de la Iglesia, que es comunión de aquellos que Dios llama a seguir a su Hijo, en el Espíritu que salva. Nuestra caridad se funda en la certeza de la fe que es Dios quien nos ha llamado a permanecer en su presencia, quien nos ha consagrado y quien nos ha enviado a su viña. Por lo tanto, buscamos corresponder al don que nos hizo. La vida fraternal manifiesta a los ojos del mundo la caridad divina y la comunión que Dios ha querido establecer entre él y la comunidad de los hombres. Esta caridad se expresa en el perdón y la corrección fraterna, en la ayuda mutua y en la cooperación en las tareas apostólicas. Es esencial para nosotros cuidar la calidad de nuestra vida fraternal. El Padre Lamy nos invita a ser particularmente manso y humilde en nuestras relaciones fraternales y con todos aquellos que encontramos en nuestros apostolados y nuestros ministerios: “tenemos que saber a ciertos momentos sacrificar en nuestro carácter, en nuestra manera de ver, en nuestras inclinaciones y sentimientos, todo lo que podría detener o dificultar el bien que se nos ofrece por hacer a las necesidades de las almas” (Padre Lamy).
Nuestro fundador se muestra aquí fiel discípulo de san Francisco de Sales a quien le gustaba recordar a sus hijas de la Visitación :
Es una gran caridad de conservar la unión entre nosotros, y no encuentro otro método para eso que de ser muy manso y condescendiente.