Infancia
Juan Eduardo Lamy nació en el Pailly (Haute-Marne, Francia) el 22 de junio de 1853 y fue bautizado el día siguiente, vísperas de la fiesta de san Juan Bautista. La Haute-Marne es una de las regiones rurales poblada más de árboles que de hombres, y facilmente olvidada por las administraciones. Sin embargo la Santísima Virgen no olvidaba a los más pequeños de sus hijos. No sabemos si Juan Eduardo fue a la escuela, pero lo que sí sabemos, es que de muy temprana edad iba a cuidar las vacas, jugaba en el arroyito y pescaba los cangrejos cuando el guarda de pesca estaba de espalda. También sabemos que vivía en un clima de piedad: los hombres de su tierra cantaban cánticos cuando iban a los campos. Juan Eduardo, él, hacía quizá más, ya que se lo llamaba “el niño del rosario”; también jugaba a hacer procesiones y ayudaba en la misa. Poco a poco creció en él la idea de ser sacerdote, y su familia empezó a preparar el ajuar en vista a su entrada al seminario. En 1869, la casa familiar se incendió, y todo fue perdido. Tuvo que renunciar a ir al seminario.
Servicio militar
En 1875, Juan Eduardo fue llamado para hacer su servicio militar, por un tiempo de tres años y medio, según la costumbre de aquel entonces. El clima del cuartel era sin duda muy diferente al de su pueblo; pero Juan Eduardo que sabía apenas escribir, fue pronto solicitado para escribir las cartas personales de aquellos de sus compañeros que no sabían escribir del todo. La capellanería era entonces una novedad, autorizada por la ley de 1874, y el padre Henri Nicole fue nombrado capellán a Mezières. Juan Eduardo se ocupó primero de la biblioteca del “círculo militar”; y luego, con su capellán, fundó la “legión de san Mauricio” para ayudar a los soldados jóvenes a perseverar en las prácticas de la vida cristiana y moral. Oposiciones injustificadas hicieron atrasar su promoción a los grados superiores, pero finalmente fue nombrado cabo el 10 de noviembre de 1876, y luego sargento el 4 de marzo de 1878. Una vez terminado el servicio militar, trabajó algunos meses en su familia y para la iglesia del Pailly.
Oblato de san Francisco de Sales
Siempre deseoso de ser sacerdote, Juan Eduardo fue presentado por algunos amigos a los Oblatos de san Francisco de Sales, que se estaban fundando en Troyes. Luego de un retiro espiritual, dejó definitivamente los suyos el 1 de setiembre de 1879 y se comprometió. Primero fue destinado a ser asistente de la Obra de juventud, algo parecido a un patronato destinado a mantener en las prácticas de la vida cristiana a los adolescentes y jóvenes, quienes en esta época trabajaban desde muy tremprano y encontraban malas influencias en sus medios de trabajo. Simultaneamente sólo estudiaba cuando el tiempo se lo permitía. Nunca tuvo mucho éxito en los exámenes, y fue tentado por el desaliento; pero san José vino a socorrerlo, y un día le pidió claramente: “¡Sea sacerdote!” y de este modo fijó su vocación dándole ánimo. Después de sus votos perpetuos el 29 de agosto de 1885, fue finalmente admitido para ser ordenado sacerdote: esto sucedió el 12 de diciembre de 1886, en la capilla de los Spiritains, calle Lhomond en París.
Director de la Obra
Apenas ordenado, los Oblatos lo nombraron director de la Obra de juventud. La reorganizó, en primer lugar despidiendo a varios jóvenes para guardar de esta manera nada más que los mejores, con los cuales reconstruyó la Obra. Será una escuela de respeto: respeto a Dios, a los padres, del bien del prójimo, de los demás y de sí mismo. La Obra prospera. Padre Lamy se vuelve confesor de “todos los niños de la ciudad”, y fue conocido como “el cura de los pilluelos”, como aquel que venía a defenderlos frente al juez a fin que éste no les condene por tonterías. Le gustaba también visitar las fábricas, para ver mejor los lugares en los cuales trabajaban los jóvenes. Decía: “¡Cuántas miserias, pero también cuanto corazón!” Las austeridades, voluntarias o no, noches demasiado cortas, alimentación insuficiente, hicieron que él se enferme de gravedad. En la primavera del año 1892, el médico predijó su fin próximo. Los Oblatos lo enviaron a respirar del aire puro de Guéret en la Creuse, dónde esperaban fundar una obra gracias a la donación de una propiedad. Solo, sin recursos, se dejó nombrar vicario de la parroquia de Guéret mientras esperaba nuevas directivas.